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Suelta el miedo al mundo no visible

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Tengo que admitir, que durante un tiempo fui de esas personas que «necesitaban» entender la espiritualidad desde la parte científica.

Desde mi época de adolescente comencé con libros de desarrollo personal o auto ayuda, pero debo reconocer que la parte en la que se hablaba desde algo más místico o invisible, me costaba entenderlo o quizás creérmelo.

No fui consciente de esto hasta hace muy poco. Cuando te metes en este mundo conoces a gente que «ve cosas», canaliza, ha muerto y ha vuelto, etc. Entonces, digamos que te haces un poco más abierta de mente.

Hace unos pocos años, que comencé a observar cosas que podían ser señales. Observar y sentir. Porque al final cuando dejas de tener tanta resistencia, es cuando comienzas a sentir. ¿Resistencia a qué? Pues a darte cuenta que hay todo un mundo no visible, que tiene más importancia que el mundo físico que vemos.

Conexiones no visibles

Yo aprendí a entender ese mundo no visible a través de muchos autores, que hablaban de metafísica, física cuántica, neurociencia,… Gracias a ellos comencé a entender que todo este mundo que percibimos, es una proyección de cada uno de nosotros. Pero no solo eso, a raíz de Un curso de milagros, y de información sobre las conexiones con otras personas, también observé lo interconectados que estamos.

Ahora estoy en un punto en el que entiendo que alguien pueda sentir lo que está sintiendo otra persona importante para ella. Que si está pasando un mal momento esa otra persona, aunque esté a kilómetros de distancia, esa personal con la que tiene una conexión fuerte, lo sienta. Y a su vez, se de cuenta que no es suyo.

A nivel colectivo también te puede ocurrir, y probablemente ya lo habrás experimentado. Pongamos de ejemplo, la plan-demia de 2020. Infundaron miedo y terror en las noticias, y aunque tú estuvieras al margen de esa emoción, en determinados entornos podías sentir ese miedo y esa nube gris en el que se encontraban muchas personas. Hay algo invisible que no ves con los ojos, pero que percibes y te baja la energía. Así con todo, lugares, personas, grupos de personas, etc. Sientes que no quieres estar en un determinado sitio al que entras. Algo te dice que no estás a gusto. Puede ser que haya algo ahí que «no ves», pero que sí sientes. 

Lo que no ves… también existe

Vivimos convencidos de que “ver es creer”. Pero la verdad es que vemos muy poco.

¿Sabías que el ojo humano solo puede percibir una fracción ínfima del espectro electromagnético?
La llamada luz visible —eso que nuestros ojos pueden captar— es apenas un minúsculo 0,0035% de todo lo que hay.
El resto… está ahí, pero simplemente no lo vemos.

No vemos los rayos ultravioleta, ni el infrarrojo, ni las ondas de radio, ni los rayos gamma, ni los campos electromagnéticos que están todo el tiempo alrededor nuestro.
Y sin embargo, existen. Nos afectan. Nos atraviesan.

Además, vemos como una cámara lenta

Otro dato curioso: el ojo humano percibe el movimiento como una secuencia de imágenes, como si fuera una película.
Nuestro “frame rate” natural es de unos 30 a 60 cuadros por segundo.
Todo lo que ocurre más rápido que eso… lo perdemos.

Algunos animales, como las moscas o los colibríes, perciben a muchos más fotogramas por segundo. Para ellos, nuestro mundo va en cámara lenta.
Lo que para nosotros es invisible o imperceptible, para otras especies es completamente evidente.

Entonces… si solo vemos una pequeña parte de la realidad, y además a una velocidad limitada, ¿cómo no vas a creen en el mundo no visible?

El mundo no visible

Mucho de lo que llamamos “espiritual” o “energético” simplemente pertenece a esa parte de la realidad que no podemos ver con los ojos, pero que sí podemos sentir, intuir o incluso medir con otros instrumentos o estados de conciencia.

No se trata de creer ciegamente, sino de abrirnos a la posibilidad de que hay muchísimo más ocurriendo de lo que nuestros sentidos pueden captar.

Porque lo invisible no es imaginario.
Lo invisible… es simplemente sutil.

Dejar el miedo y el control de lado

A veces siento que no es tanto el miedo a lo desconocido lo que la gente puede sentir por ese conocimiento del mundo no visible. Siento que quizás, puede ser por un miedo a soltar el control.

El mundo visible no lo ves, no sabes cómo actúa o cómo funciona. No puedes controlarlo. Y eso incomoda. Porque cuando algo no lo puedes ver, ni medir, ni entender desde la mente… tampoco puedes controlarlo.

Y el control nos da una falsa sensación de seguridad. Creemos que si lo entendemos todo, si lo podemos explicar, si lo tenemos bajo vigilancia, entonces estaremos a salvo.
Pero la energía, la intuición, las emociones profundas, el campo cuántico, no sabemos como funcionan, o qué reglas usar para «controlarlas».

Y ahí es donde aparece el miedo.

No porque sea oscuro o negativo. Sino porque implica rendirse y soltar.
Dejar de intentar controlar todo desde la mente, y abrir el corazón a algo más grande.

Confiar en lo que no se ve, pero se siente. Y eso es incómodo, sí. Pero también profundamente liberador.

Porque cuando sueltas el control, también sueltas el peso de tener que tener todas las respuestas.
Empiezas a fluir más, a recibir más, a escuchar más tu guía interna.
Te abres a vivir desde otro lugar: desde la conexión, no desde el esfuerzo.

Así que quizás no se trata de entenderlo todo, ni de tener certezas absolutas.
Quizás se trata de confiar un poco más, de escuchar lo que se siente aunque no se vea, de soltar las riendas por un momento… y dejar que la vida también nos sorprenda.

Porque a veces, cuando dejamos de controlar, es cuando realmente empezamos a vivir.

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